Desde adentro suele perderse la perspectiva; desde afuera las cosas se ven de otra manera. Pasando en limpio: se entiende -mas no se justifica- que quienes habitan el “mundo UNT” no midan el grado de desprestigio que envuelve a la institución. Desprestigio que dentro de ese compartimento estanco, un algoritmo que encierra a la vida universitaria, tiende a soslayarse, a minimizarse o, en el peor de los casos, a ignorarse. “Yo no fui”, es la respuesta/justificación. Eso está claro, porque no se trata de no “haber sido”. La cuestión de fondo es la percepción desfavorable que “el afuera”, o sea el resto de la sociedad tucumana, mantiene desde hace tiempo sobre el devenir de la casa de Juan B. Terán. Apreciación potenciada por hechos de público conocimiento impactantes y dolorosos. Leños de quebracho arrojados a una fogata que, así, jamás terminará de consumirse.
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Impactantes por lo inéditas, dolorosas por lo que representan. Así pueden leerse las condenas recibidas por el ex rector Juan Cerisola y por los ex funcionarios Olga Cudmani y Osvaldo Venturino, encontrados culpables de defraudación contra la misma casa de estudios a la que debían servir. La Justicia Federal dictó sentencia, se abre ahora el camino de las apelaciones, caminos insondables si los hay. Mientras, se detectan distintas lecturas puertas adentro de la UNT, tanto de quienes lo ven como el fin de una pesadilla y se ilusionan con una suerte de borrón y cuenta nueva; como de quienes pretenden encapsular el fallo en lo estrictamente personal. Como si Cerisola, Cudmani y Venturino no hubieran formado parte de un todo universitario. De un sistema. Y es el sistema el motor del desprestigio. Por eso, y si bien es mucho más que una nota al pie de página, que la UNT haya sido querellante en el juicio no termina de recomponer la historia.
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Juicio por los fondos de YMAD: el cachetazo de la corrupciónDe movida la estrategia del Gobierno nacional fue individualizar una serie de blancos para tirarles con munición gruesa. La universidad pública y el sistema científico, absolutamente imbricados, forman parte de ese colectivo estigmatizado por el Presidente de la Nación y por su red de comunicadores. A la batería de denuestos se suma un gravísimo cuadro de desfinanciación. La batalla se libra entre el ida y vuelta parlamentario, los vetos de Javier Milei, los planes de lucha que aglutinan a docentes, investigadores, empleados no docentes y estudiantes. Ya van para casi dos años de tensión extrema. La UNT, como sus pares del resto del país, navega en esas aguas turbulentas. Al mismo tiempo, mediciones de distinto calibre demuestran que el grueso de la ciudadanía reconoce en la universidad pública y en el Conicet un cuerpo institucional confiable y que vale la pena defender. De los 2,5 millones de argentinos que cursan estudios superiores, el 80% lo hace en instituciones públicas, de las que hay más de 60 repartidas por la geografía nacional. Ese capital simbólico es una de las bases que tiene a disposición la UNT, ganancia pura si de recuperar prestigio se trata.
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Condenaron a tres años y seis meses a Cerisola, ex rector de la UNT, y a otros dos ex funcionarios, por el destino de los fondos de YMADPero el sistema le juega en contra. El sistema es, por ejemplo, la lógica de política partidista que fue adueñándose de la vida universitaria, un loop del que no puede salir al punto de que en el acto de asunción de un/una rector/rectora o de un/una decano/decano ya hay mesas de arena en marcha calculando cómo vendrá la sucesión. El sistema es el clientelismo estructural: no serán bolsones, pero serán cargos. El sistema son las prácticas conocidas y comprobadas de negociación de votos. El sistema es una campaña sucia, como la librada en el último episodio electoral. El sistema es el poder y cómo se utiliza ese poder; en el caso de Cerisola y de sus funcionarios, con los tristes resultados conocidos. Desde adentro está todo tan naturalizado que parece normal, o cuanto menos inevitable. No se aprecia toda la dimensión del daño y del desprestigio.
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Caso de estudio
Es un movimiento pendular permanente, que hace de la UNT un caso de estudio. De un lado, el sistema con todo lo dicho. Del otro, la calidad de sus recursos humanos, de sus cátedras e institutos de investigación. De un lado, las noticias que cubren las páginas policiales; del otro, la búsqueda de la excelencia en el aula y en el laboratorio. El péndulo se mueve a toda velocidad, tanta que desconcierta. En el medio queda un montón de gente que sólo quiere hacer bien su trabajo, ya sea produciendo conocimientos o respaldando a quienes lo generan, y que percibe como una gigantesca injusticia el ser parte de un todo desprestigiado. Allí radica otra base sólida en la que apoyarse. En ellos y en ellas.
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No sólo apuntando hacia adelante; también hay que mirar para arriba. Así lo recomienda la visión de los padres fundadores. Hace tiempo que Juan B. Terán no es más que una estatua puesta a adornar el patio del rectorado. Más interesante y útil es transformarlo en una visión. Un propósito.
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Vale la pena seguir el análisis de tres especialistas:
- “El problema surge cuando la universidad deja de ser un lugar de encuentro plural y se convierte en un espacio endogámico. Recuperar prestigio implica volver a poner en el centro a los estudiantes, a la diversidad de voces, al sentido democrático del conocimiento. La legitimidad se construye mostrando que el conocimiento académico es útil para resolver problemas reales, y que todos tienen derecho a acceder a él”. (Diana Maffia, filósofa y docente)
Causa YMAD: antes del veredicto, Cerisola aseguró que fue “elegido” para ser acusado- “Las universidades deben mostrar que no son parte del juego de intereses circunstanciales, sino que su misión es formar ciudadanos críticos y generar conocimiento verificable. Cuando se las percibe como capturadas por facciones, pierden autoridad. Si la universidad no es ejemplo de prácticas limpias, difícilmente podrá reclamar legitimidad hacia afuera”. (Marcelo Leiras, politólogo y docente)
- “Las universidades han vivido mucho tiempo en una especie de torre de marfil. Recuperar prestigio implica salir de ese aislamiento y reconectarse con la vida cotidiana de las comunidades. La gente quiere sentir que las instituciones están a su servicio, no que se sirven de ellas. Cuando la universidad comparte conocimiento en formatos accesibles, cuando dialoga en lugar de imponer, gana respeto. No se trata solo de formar élites, sino de enriquecer a toda la ciudadanía”. (Marina Warner, socióloga y Profesora Emérita de la Universidad de Oxford)
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La UNT se metió sola en un laberinto, nadie la forzó, y sola podrá salir en la medida en que se reconecte con el conjunto de la sociedad tucumana. No hay forma de recuperar el prestigio de un día para el otro, son procesos lentos, pequeñas victorias parciales, pasitos. Para empezar, comunicando mucho mejor todo lo bueno que se emprende, hasta lo más chiquito, por lo general neutralizado por mecánicas internas cerradas o papers académicos. Pero, por sobre todas las cosas, hay un sistema latente, el mismo que habilitó las condiciones de posibilidad para que un rector y sus funcionarios fueran condenados por la Justicia. Si no se revisa ese sistema, lo lógico es que en algún momento la película se repita,